La cumbre 25 de la UE-China, que marca 50 años de lazos diplomáticos, expuso divisiones cada vez más profundas entre la Unión Europea y China. A pesar de que ambas partes enfrentan presiones de los aranceles de EE. UU. y acuerdan una cooperación climática limitada, las fricciones comerciales, la postura de China sobre Ucrania y los lazos de Beijing con Rusia eclipsaron las conversaciones. La cumbre se acortó y estuvo marcada por intercambios tensos, con líderes de la UE exigiendo una relación económica más equilibrada y expresando preocupaciones sobre los derechos humanos. Las esperanzas de un frente unido contra las políticas comerciales de EE. UU. se desvanecieron, ya que ambas partes lucharon por encontrar terreno común más allá de los compromisos climáticos. El resultado señala un punto de inflexión crítico, con tensiones a largo plazo que probablemente persistirán.
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